“La danza es la experiencia corporal que necesitamos en tiempos de la IA”

María José Cifuentes (Santiago de Chile, 1980) se muda a Barcelona desde su país para tomar las riendas del Mercat de les Flors este septiembre, en sustitución de Àngels Margarit. Una casa que esta historiadora, gestora cultural e investigadora de la danza conoce bien, pues lleva tres lustros de relación, desde que hace 15 años y en tanto que investigadora de las artes vivas realizara entrevistas a artistas que estrenaban piezas en el Mercat. Con el tiempo pasó a ser programadora, acompañaba a artistas con residencia en el Graner –el centro de creación del Mercat– y participó en los MOV-S, espacios de intercambio internacional de la danza que organizaba Cesc Casadesús, el antiguo director del centro, lo que le permitió ver crecer a muchos artistas hoy consolidados, desde Marcos Morau hasta Marina Mascarell o El Conde de Torrefiel.
Ha sido antena de la conexión barcelonesa con Iberoamérica.
Sí, justamente estuve en la comisión internacional del jurado que nombró a Àngels Margarit. Conozco el ADN institucional y también a las coordinadoras del Graner de los últimos años. Llevé a Chile a artistas como Pere Faura o Aimar Pérez Gali. Y trabajé mucho con Sonia Gómez, Societat Doctor Alonso, Mal Pelo, Roser López, Guy Nader & Maria Campos... Ha sido un constante observar y entender el contexto catalán, su ecosistema diverso, con un ojo puesto además en otros sitios: me interesa lo que pasa en Andalucía o Valencia, son ya años de relación con España.
La misión de la danza hoy tiene que ver con los derechos culturales y el buen vivir”
¿Hacia dónde va la danza en Europa, desde su perspectiva?
Es un momento complicado para la humanidad misma, estamos en una crisis comunitaria, crisis política… el cuerpo, sobre todo tras la pandemia, se ha relegado. La danza tiene hoy una misión que va más allá de lo escénico, tiene que ver con los derechos culturales, con el buen vivir, la relación con el cuerpo, la salud mental. El desafío es cómo equilibrar una programación artística desde ese espacio de disfrute, de goce, desde poder ver cosas que son increíbles hasta identificar procesos de investigación que nos llevan a una visión de una danza más expandida. Nos hemos desvinculado mucho del cuerpo, y lo presencial es una tremenda oportunidad. Cuando la tecnología da esos giros impactantes con la inteligencia artificial, donde ya no podemos desconectar del móvil, siento que las artes escénicas y sobre todo la danza nos permiten esa experiencia corporal, somática, que necesitamos. Y ahí hay que desarrollar una conexión fuerte con los públicos.
La IA es caníbal, puede hacer que un mito difunto como Merce Cunningham siga creando...
Eso ya está pasando. Pero son herramientas que hay que incorporar de manera inteligente y amorosa. Siento que la IA es un espacio potente desde el punto de vista de los patrimonios coreográficos y de cómo conectar la sabiduría ancestral con el presente. Cuando apareció el cine, pensábamos que el teatro iba a dejar de existir y de pronto siento que la danza tiene esa potencia de conexión con la corporalidad, con la presencia, con el tiempo real en acción, que va a ser una potencia.
¿Difiere el público en Chile?
En Chile, la economía de las artes escénicas aún depende mucho de la taquilla. Y eso pide diversidad de programación, con una parte más comercial. Lo experimental va quedando fuera de los grandes espacios. El reto es cubrir las necesidades de experiencias diversas; en eso Europa va por delante.
“Los equipamientos nacionales tienen que renovar los votos con la danza”
¿Será un Mercat continuista?
Esta chilena no viene a romper ni a partir de cero en una casa que tiene una tradición en el apoyo a la creación y la internacionalización. Lo importantes es cómo entendemos a los públicos. Me interesa trabajar con análisis, con lógicas de estudio, de impacto, de intereses, de foco. Y seguir en los planes educativos, pues el arte ha hecho un giro educativo interesante y hay que involucrar en la danza no solo a través de los mediadores, sino con artistas.
El público barcelonés no puede estar al día de la gran creación que se cuece: la cosa se divide entre la danza que compra un teatro de ópera (poca) y la que se ve en un Mercat, más experimental.
La casa de danza contemporánea tiene una misión clara con el sector y el ecosistema de la danza, pero vengo observando que se ha dejado de lado en otras salas de Barcelona y Catalunya. Los grandes formatos están en riesgo hace un tiempo por nuestras economías y porque también hemos caído en la lógica de hiperproductividad, donde la misma pieza tiene una vida corta. Cuesta sostener la creación artística sin poder sostener esos campos de circulación. Es el desafío, porque desde distintos equipamientos podríamos traer y crear más de esas grandes piezas que pueden ser de interés para los públicos. Y establecer ese vínculo con el resto de Europa. Parte de mi misión es que la danza catalana aparezca en más escenarios, bienales, festivales. Y poner en escena ciertos nombres que contaminan positivamente la escena local (veremos si la economía lo permite). Los equipamientos nacionales han de renovar los votos con la danza.
Los grandes formatos están en riesgo por nuestras economías y porque también hemos caído en la lógica de hiperproductividad”
¿Qué ventajas ve en el hecho de que el Mercat esté en obras?
Es un potencial para repensar la casa, para pensar el trabajo con la danza internacional. Cesc y Àngels han hecho un trabajo potente: él, con los públicos, y ella, también con la danza catalana, apoyando a compañías. Eso seguirá, y también la institucionalidad.
Las administraciones ven la danza como una hermana pobre. Le destina dinero escaso. De manera que, ante cualquier iniciativa de creación de un ballet nacional, el sector se rebela por temor a que toque menos dinero aún.
Justamente la danza mueve masas, trabajar con el cuerpo facilita los lenguajes, es una pena que se siga viendo como la hermana pobre. Pero creo que el ecosistema se ha diversificado y es complejo también para los gobiernos y municipios entender esta diversidad. Los públicos a veces lo tienen hasta más claro que nosotros, está abierto a entender que es diverso y que de pronto tienen cosas increíbles y enormes, y luego otras pequeñas que son súper guay. El discurso es el de cómo sostenemos la creación en lugar de precarizarla. El Mercat puede liderar y hacer de puente, pero también tiene que haber un compromiso de país. Catalunya tiene que comprometerse más en eso. Creo que ese es un desafío. Si ponemos ejemplos como el de Francia, su modelo de centro coreográfico debería ser replicado en todo el mundo. Es triste que en el resto de Europa, incluso en Latinoamérica, la danza no tenga esos espacios de creación. Porque el teatro sí que tiene muchos espacios donde poder producir y crear, pero un centro coreográfico especializado es algo muy único. Yo creo que en el caso de Catalunya y también de España, el Mercat es el referente, el que ha logrado mantener viva la danza, pero hay muy poca política en relación al funcionamiento de la danza en sí. Se trataría de darle vuelta a eso y que existieran más centros coreográficos, más casas de danza en el resto de los territorios.
¿Se diluye la labor coreográfica sin esos centros?
Sí, porque al no poder trabajar en lógicas de composición coreográfica yo creo que hemos perdido mucho la labor del coreógrafo. Y como además estamos en esta lógica de reproducción y de tener que estar produciendo todo el tiempo, la dirección escénica toma un rol fundamental, casi visual. Por eso hablo de reconectar con el patrimonio. Y de cómo hay movimientos en peligro de expulsión, hay ciertas cosas que hemos dejado de hacer porque aparecen las modas, aparece lo que vende. Sería importante pensar en cómo creamos hoy día y cómo el giro performativo de las artes nos puso en otro lugar. Ver cómo recuperamos la lógica coreográfica.
¿Algún antojo, algún artista que quieras traer sí o sí al Mercat?
Serían muchos, pero tengo muchas ganas de ver a Marlene Montero Freitas y ver cómo encajaría en Mercat. Y como vengo de la historia, yo remontaría piezas, revivir ciertos espectáculos o proyectos emblemáticos. Estamos en un buen momento de recordar como lo hacíamos antes también. Y me parecería interesante una colaboración de Sasha Waltz con artistas locales, ahora que quiere volver a estos proyectos de usar los espacios arquitectónicos de la ciudad
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